La huella de carbono es un indicador ambiental que calcula la cantidad de gases de efecto invernadero emitidos durante la producción o consumo de bienes y servicios, por parte de un país, empresa o individuo.
Se expresa en unidades de carbono equivalente (Espíndola y Valderrama, 2012).
Gracias a esta herramienta, sabemos que, en 2018, las emisiones mundiales de CO2 alcanzaron un récord de 33.143 millones de toneladas (Cigüenza, 2019).
No debe confundirse con la huella ecológica, que mide la demanda de recursos por parte de las personas, para contrastarla con la capacidad regenerativa del planeta.
Esta se expresa en hectáreas, que representan el área necesaria para obtener recursos y absorber desechos (Verdaderamente Verde, 2018).
Los gases que mide este indicador contribuyen al efecto invernadero y este cambio climático tiene multitud de consecuencias negativas.
Algunas de estas son los cambios en los ecosistemas, fenómenos meteorológicos extremos, migraciones masivas, extinción de especies, acidificación y subida del nivel del mar, etc. (Acciona, s.f.).
En general, se aplica la fórmula: Huella de carbono = Dato Actividad x Factor Emisión.
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El dato de actividad es el parámetro que define la acción generadora de emisiones; por ejemplo, el gas natural utilizado en la calefacción.
Y el factor de emisión es la cantidad de gases emitidos por cada unidad del parámetro “dato de actividad” (Oficina Española de Cambio Climático, s.f.).
Conocer nuestras emisiones ayuda a enfocar los esfuerzos para reducirlas. Generalmente, se utilizan cuatro métodos que te presentamos a continuación.
Aunque el primero que citamos es el más utilizado, cada uno hace aportes específicos por lo que cada persona, empresa, etc. debe discernir cuál le resulta más conveniente (Espíndola y Valderrama, 2012):
Tiene mucho reconocimiento y demanda mundial (se utiliza en EEUU, Europa, Brasil, Australia, India y China) (Estévez, 2013). Desarrolla un software gratuito para el cálculo de empresas.
Se construye al medir la electricidad consumida y las emisiones directas e indirectas generadas por empleados, proveedores y transportistas (Espíndola y Valderrama, 2012).
Contabiliza emisiones directas e indirectas de actividades industriales y organizacionales. Tiene una visión general muy completa; calcula para empresas, eventos, territorios y productos.
Se empezó a utilizar en Francia y ha servido para calcular, por ejemplo, la huella de carbono en la producción de vinos (Espíndola y Valderrama, 2012).
Hay una versión enfocada al cálculo de emisiones de productos y servicios, y otra a organismos, comunidades e individuos. (Espíndola y Valderrama, 2012).
Se muestran los efectos potenciales de cada gas. Esto es significativo porque las diferencias entre ellos son importantes.
Por ejemplo: el metano permanece en la atmósfera durante 12 años; el óxido nitroso, hasta 150 años; y los gases fluorados, entre 260 y 50.000 años (ISTAS, s.f.).
Estudia una única organización por lo que su alcance es limitado, ya que no incorpora, por ejemplo, el uso del producto por parte del consumidor o su desecho (Espíndola y Valderrama, 2012).
Estudia una única organización por lo que su alcance es limitado, ya que no incorpora, por ejemplo, el uso del producto por parte del consumidor o su desecho (Espíndola y Valderrama, 2012).
Te proponemos algunas acciones, simples y eficaces, para combatir cada tipo de contaminación que generas en tu cotidianidad (Benedicto, 2020):
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Ten en cuenta que en Colombia cada persona emite 4 toneladas de carbono al año (Cigüenza, 2019).
Para reducir esta cifra, pon en práctica las acciones que te proponemos. Con tus Manos Verdes® puedes ayudar a mitigar las consecuencias de la contaminación.
BIBILIOGRAFÍA.
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